Seguidores

jueves, 30 de junio de 2011

¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este?


No podía recordar cuanto tiempo llevaba allí, en esas cuatro paredes rodeada de toda clase de gente, demasiado ocupada auto-destruyéndose, intentando convencerse de su inmortalidad, olvidando penas... bah! qué sé yo. Esa gente era el menor de mis problemas... espera, ¿Qué problemas? ¿Qué hacía yo allí?
Me era casi imposible pensar. En mi interior se vivía una fiesta casi tan descontrolada como la que captaban mis ojos. Mi cerebro retumbaba al ritmo de la mareante música que se filtraba por los oídos y que hacía bailar a mis neuronas como si tuviesen las horas contadas y a las que mi sangre proveía con todo el alcohol ingerido minutos atrás. Mientras, el poco sentido común que me quedaba daba la fiesta por terminada.
Me costó un par de canciones más -era la única forma posible de medir el tiempo- darme cuenta de que no podía valerme por mi misma en ese estado, así que me acerqué a la barra del local a esperar que alguien me reconociera.
- ¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este? - dijo una voz detrás de mí.
En una situación normal habría rebotado del asiento en el acto, pero lo cierto es que me costó lo mío procesar el significado de aquellas palabras y comprender que yo era dicha chica. Me dí la vuelta y vi a un chico muy cerca, de edad similar. No recuerdo bien su rostro, pero su sola presencia imponía y hacía que se me encogiera el pecho.
- ¿Quién eres tú? - articulé finalmente a falta de una pregunta mejor.
- ¿Importa eso? Seguro que no serviría de nada decírtelo, no tienes pinta de que mañana pudieras recordarlo.
Me estaba cansando de ese juego, lo último que necesitaba
era que el desconocido de turno se hiciera el misterioso conmigo.
- Dime qué quieres de una vez y ahórrate esos rodeos.
- Ya lo he hecho. Te he hecho una pregunta. ¿No es suficiente?
Me concentré en esa pregunta ¿Que qué hacía una chica como yo en un lugar así? Espera, ¿no me había hecho antes la misma pregunta?
- Supongo que lo mismo que en cualquier otro lugar.
Esperaba que se diera por satisfecho con esa respuesta, pero no lo hizo. Simplemente se quedó allí mirándome de una forma que nunca había creído posible. Como si viera algo a través de mí que ni siquiera yo misma conocía. Me estaba empezando a poner muy nerviosa.
- Vale, bien y... - tenía que ponerme a su altura de alguna forma. El orgullo es algo que no me falta precisamente. - ¿Y qué hace un chico como tú, psicoanalizando
adolescentes borrachas por lugares ''como este''?
- ¿Como yo? Lo dices como si supieras algo de mí. - dijo entre lo que parecían carcajadas ahogadas. No pude hacer más que desviar la atención a mi persona:
- Sé lo mismo de ti que tú de mí. Que tengas una buena noche - Dije antes de darme la vuelta, exasperada.
- ¿Eso crees? - Respondió haciendo caso omiso a mi evidente indirecta. Me di la vuelta y levanté la cabeza, expectante, con un cierto deje de suficiencia. Mala idea.
Tenía una expresión tan intrigante a la par que tierna que hacía que me fallara toda seguridad
- Sorpréndeme - Dije a pesar de la lucha de sensaciones que se libraba en mi estómago.
- Sé que tienes miedo. Miedo a morir y a vivir. A acertar y no tener porqué preocuparte después y a equivocarte y no llegar a cumplir tus sueños. Miedo a dar demasiado de ti misma a los demás y miedo a no hacer suficiente por ellos. Miedo a enamorarte y miedo a no conocer ese sentimiento. Miedo a vivir la vida de los demás y olvidarte de la tuya propia - Paró un instante para examinar en efecto que estaban causando sus palabras -. Sé que lo único que te hace sonreír es aquello que aparentemente no tiene ningún sentido, como estar aquí tirada, por ejemplo. Sé que estás deseando que una casualidad cambie tu vida  porque por mucho que consigas día a día, nada parece suficiente para llenar ese alma hambrienta de sensaciones y nudos en la garganta.
Ahí estaba yo. Sin poder reaccionar ante esa fotocopia de mi interior que ni yo misma me había atrevido a plasmar. Pese a todo el individuo prosiguió su descripción:
- Eres la escoria de la sociedad, solo un desecho de ésta. Pero no me mires así. Hoy en día podríamos tomar esto como un halago. Eres todo lo que los de ahí arriba se esfuerzan tanto por tapar con sus asquerosas luces. Porque nosotros... nosotros solo somos sombras a apagar antes de que nuestra voz de vuelva más fuerte que la suya.
Considerando que la música del local dejaba de tener la más mínima participación en esa situación, hubo silencio...
- ¿Quién eres tú? - Pregunté al borde de que mi corazón saliese disparado del pecho.
- Nada. Un punto en el universo. Una sombra. Un desecho... - Respondió con una naturalidad sorprendente sin quitarme los ojos de encima- Pero tú... tú puedes
considerarme una casualidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sonrisas