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jueves, 10 de febrero de 2011





Temía estar sola, hasta que aprendí a quererme a mi misma.
Temía fracasar hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.
Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mi.
Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mi misma.
Pero sobre todas las cosas temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más, que sólo puede regresar en forma de recuerdos, por lo tanto, el pasado se va. Se recuerda, te hace daño, pero el pasado siempre acaba yéndose… 

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